-(Recuerdo de las veces que vi la muerte)
La mujer anciana llora en uno de los bancos de la sala de transplante del Centro Privado de Cardiología, un tarde de sábado del año pasado, en Tucumán. Pide un vaso de agua, y he decidido no preguntarle nada. He decidido volver a la redacción sin un entrecomillado de ella. He decidido sentarme a unos metros y mirar.
Llega la hija. Sólo así llora una hija que ha perdido el padre. Un alarido largo, un "¿Por qué?" que nace en el dolor y muere en el silencio.
Llega el hijo. Se aguanta las lágrimas hasta que termina de marcar el número de su hermano. "No aguantó el viejo", le dice. Empieza a agitarse y repite, murmura: "no aguantó".
Había llegado el médico. Siempre quise saber cómo comunicaba una noticia así. Sólo dijo "no" y bajó la cabeza.
El hombre que murió se llamaba Marcos y caminaba todos los días por Simoca. Tenía 64 años y el corazón dañado. La noche anterior un joven de 18 años y el mismo grupo sanguíneo había chocado y muerto en Salta. Su familia decidió donar el órgano. Don Marcos lo aceptó. Y esa tarde murió.
Sin fecha
Hace 11 meses
5 comentarios:
Conmovedor relato. Gracias por compartirlo.
Yo también siempre me pregunté cómo los médicos, en la vida real, tienen que lidiar con el tema de comunicar el fallecimiento de alguien, cómo se hace para emplear las palabras justas? Muchas veces no sirvo para los consuelos, porque nosé muy bien qué se debe decir ante estas situaciones, y eso lo suplanto con un abrazo, que creo, a veces transmite más.
La muerte amigo, hermano, es sólo un paso, uno más de los que damos a diario, casi siempre la vida está ahí, agazapada, lista para darte la zancadilla y evitarte el mal paso, a veces no y prefiere ser una espectadora del final de su tiempo, abrazo fraterno
Te quedan bien estos relatos chango. Bah, en realidad hasta ahora no he visto relatos que te queden mal.
Fue la mejor decisión que podrías haber tomado. Esa de no preguntar nada, de volver sin el bendito "entrecomillado" a la redacción.
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