-Flaco: un trago por un pucho- ofreció el
hombrecito que bebía una
Quilmes del pico, frente al Parque
Lezama.
-No tengo cigarro, amigo.
-No te
hagás problema, loco,
si querés comprá que cuando vuelvas la oferta va a seguir en pie, papá.
Y siguió en pie. Cuando volví a pasar quedaban algunos tragos. Había salido, justamente, para comprar cigarrillos, un
Next 20. Le cambié uno por dos tragos frescos. Empezó a hablar sin que le pregunte, como habla todo porteño dice conocer el lugar de donde uno viene.
"Estuve en
Tucumán, ¿eh?. Conozco, conozco...", afirmó convencido de que le creía -¿por qué no creerle?- y enumeró: San Miguel y
Lules.
Resulta que Juan
Alberto Reyes se había casado con una tucumana, la
luleña Nina. Tuvo dos hijos, viajó en La Veloz del Norte para saber
quiénes eran sus suegros y se separó de la mujer hace 10 años. Fue taxista, vendedor ambulante,
sodero y hasta vendedor de ilusiones o
quinelero, en tucumano básico. Un
multifacético, un
busca.Y ahí
nomás, antes de volver a pasarme el
envase oscuro, tiró esa muletilla inocente y
cansadora que soportamos quienes llegamos de las demás provincias argentinas: "Qué ciudad tranquila San Miguel, ¿eh?". Y no se la dejé pasar. No señor.
-No amigo, no es tranquila. Es como toda ciudad del tercer mundo. Hay calles en las que no se puede caminar de noche, como pasa acá. Hay villas que son nidos de
delincuentes que se ocultan entre los pobres honestos, como las de acá. Hay chicos hecho mierda por la droga tirados en las veredas, como los he visto acá. La policía se abusa y peor que acá. Hay menos
laburo que acá. Y los precios suben todos los días, igual que trepan acá. ¿Cómo puede ser tranquilo un lugar así?
- Bueno, flaco, no te pongas mal. Era sólo un comentario, che.
- Pasa, mi viejo, que siempre me dicen eso. Todo el mundo habla de lo peligrosa que es la Capital Federal. Y en los dos meses que llevo en Buenos Aires no he notado ninguna diferencia. Es igual que
Tucumán. Es tan segura o tan insegura como
Tucumán. Uno tiene que saber por donde puede andar...
-No te
creás, los
pibitos acá están
re zafados ultimamente.
-¿Y vos te
creés que allá no? Estuvieron olvidados años. También van con
fierros a la escuela, amenazan a la maestra, les pegan. Y como siempre pasa lo mismo: los terminan corriendo y los dejan en la calle. Y así quedan
inhalando ran a dos cuadras de la plaza hasta que los ve un policía y los encierra. Pasan de la escuela a la comisaría.
-¿Para tanto, loco?
- Y no se sí para tanto. Pero esas cosas pasan, se las ve en la calle y salen en los diarios.
-¡
Uhh! los diarios, otra historia...
-Ojo que soy periodista, ¿eh?
- Qué
kilombo ese de Clarín con el Gobierno, loco. ¿Eso también pasa allá?
- Y vos
ve.